Como ya sabéis algunos, llevo tres cursos utilizando la clase al revés en segundo de bachillerato y aunque hemos invertido el aprendizaje y las tareas no habíamos probado invertir la evaluación. Seguíamos utilizando exámenes como los de la Prueba de Acceso para valorar el aprendizaje del alumnado, aunque como es lógico, todas las actividades y productos del alumnado tenían mucho valor y por eso los resultados han sido extraordinarios.

Sin embargo, por diferentes motivos que ahora describiré, hemos experimentado una prueba de retos para hacer el «examen» sobre la Segunda República y la Guerra Civil españolas. Los motivos, como digo, han sido varios. Por una parte, la relación clara de los dos temas y los auntos conflictivos que plantean. Por otra, la cantidad de exámenes convencionales acumulados en estas últimas semanas, algo típico del frenesí calificador que invade al profesorado de segundo de bachillerato en este maravilloso y relajante mes de mayo. Además, para plantear una prueba más relajada y motivadora. Y finalmente, la oportunidad de ver, en una prueba real, cómo se desenvuelve el alumnado en una prueba diferente, trabajando en grupo y teniendo que resolver retos o preguntas con múltiples posibles respuestas.

La expectación era máxima porque no sabían lo que les esperaba. No era el típico examen tipo prueba de acceso que hacemos siempre. Las reacciones al examen fueron variadas, desde la incredulidad: «¿ésto es un examen»?, a la desesperación: «yo no se hacer exámenes de esto, ¿qué pongo?», y a la clarividencia: «¿ah, entonces sólo tenemos que poner nuestra opinión?». 

Os dejo el examen y lo analizamos:

EXAMEN_RETOS_2BTO

Como se puede observar, tenían delante la rúbrica de valoración, las cuestiones o retos que tenían que resolver y una serie de pistas u orientaciones. Con esas condiciones empezaron a trabajar, buscando información en los cuadernillos en pdf que utilizamos en cada tema como base teórica y en internet con sus teléfonos móviles, además de buscar mi orientación que yo proporcionaba dando pistas pero sin aportar soluciones. La verdad es que tras un primer momento de intranquilidad y desasosiego por el tipo de retos planteados, el trabajo se desarrolló de manera muy positiva (con alguna que otra desesperación por la falta de concreción de las posibles respuestas) como puede verse en el siguiente pequeño vídeo de la experiencia:

¿Y los resultados? Pues han variado bastante con respecto a los exámenes memorísticos que habíamos hecho hasta ahora y podemos destacar las siguientes diferencias:

  • Han suspendido el examen menos alumnos.
  • Las calificaciones han sido más bajas para aquellos alumnos que sacaban muy buena nota en esos exámenes tradicionales.
  • La variación entre las notas han sido menores que en los exámenes tradicionales, moviéndose en una franja del 5 al 8 es decir, entre el 2 y el 3,5 de la notación de la rúbrica, cuando antes había alumnos que sacaban un 1 o un 2 y otros que sacaban más de 9.

Las conclusiones que podemos sacar de esta experiencia creo que son las siguientes:

  1. El alumnado no está acostumbrado a pensar y mucho menos en materias que priman, y bastante, la memoria sobre la comprensión.
  2. Las calificaciones tienen menos oscilaciones y se acercan a una media estándar del 6,5.
  3. Falta capacidad crítica y autonomía de pensamiento en muchos casos.
  4. Algunos alumnos aportan soluciones lógicas y originales a los retos planteados.
  5. No están acostumbrados a preguntas abiertas que suponen respuestas muy variadas, tantas como alumnos del grupo. No se sienten seguros.

Y una última conclusión general: si queremos alumnos autónomos, críticos y responsables debemos plantearles retos porque si no sólo tendremos papagayos que responden como le han enseñado.